A mi abuela Trinidad.
Tus sabanas blancas de algodón
con flores
violetas y amarillas
vapuleadas por el viento
delimitaban el patio en común
entre tu casa y la mía.
detrás de esas sabanas.
Vos hacías como que no me habías visto
me invitabas a tu casa,
me invitabas a tu casa,
no sin antes preguntar
si mi madre sabía que estaba ahí,
con vos.
Tomábamos mate cocido con leche
sentadas una frente a la otra
sin hablar.
Tus ojos azules apenas se veían
detrás de la armadura de cristal.
Mojábamos pan en el mate cocido
te miraba las manos
tus dedos largos de pianista.
Sacabas las cartas del cajón
las mezclabas suavemente
cuidabas que estuvieran los comodines
los ochos y los nueves.
Jugábamos sin prisa
casi siempre me ganabas
eso me ponía algo contenta.
Tus manos olían a barajas de cartón
a esos ratos de aburrimiento consentido,
acompañándonos.
No tengo tus manos,
ni la talla de tus vestidos
tampoco tu ojos
Guardo
Guardo
tus silencios
que ahora
son los míos.
Me encantó. Las vi a las dos sentadas en la cocina. Olí el aroma del mate cocido y de las "barajas", ese olor tan particular, que me recordó también a mi infancia con mis abuelos. Hermoso!!
ResponderEliminarGracias Ari !!! que linda devolución... que fuerte los abuelos no ?? beso grande, y gracias por la inquietud de leer mis cosas.
ResponderEliminarQue lindo Diani, muy muy lindo y muy bien escrito! besooooo
ResponderEliminarGracias Mery! gracias por leer mis cosas. Vos también escribís lindo, besossss
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